Hace unos días volví a leer el reino de este mundo del cubano Alejo Carpentier.
Por supuesto que esta vez le tome más gusto a esta obra, que fue un hito de la literatura latinoamericana del siglo pasado.
Lo que quiero destacar es el mensaje final del autor, puesto en labios del viejo Ti Noel, que nos llama a valorar el reino de este mundo, con todas sus limitaciones y penurias, pues este es el único en el que podemos aspirar a tener grandeza de seres humanos.
En el otro reino, en el reino de los cielos, ya todo estará definido, y no habrá posibilidad para el sacrificio, ni para el reposo, ni para el deleite.
Este pensamiento me recuerda a la filosofa española Adela Cortina, que al hablar de la ética de la vida insiste en la necesidad de que como seres humanos aprendamos a disfrutar del camino, sin obsesionarnos por la meta, aun cuando caminemos pensando en ella.
La realidad que vivimos hoy, hace que nos resulte difícil disfrutar del camino, de los medios, de los momentos.
Como nos cuesta disfrutar de los detalles, que al final son realmente la vida.
Como crecen de rápido los hijos, como se nos acaban los atardeceres.
Que efímeras resultan la sonrisas, que vacías o violentas resultan las palabras, que escondidas nuestras pasiones.
Los paseos no se disfrutan porque en lugar de vivir el camino, lo sufrimos.
En los juegos no hay lugar para el disfrute porque la meta es ganar y eso es lo único que importa.
El trabajo lo convertimos en una penosa carga, porque la meta es la jubilación.
Y así llega el invierno y nos encuentra sin habernos preparado, sin haber almacenado suficientes sonrisas, ni travesuras, ni paisajes, ni buenas acciones ni cálidas caricias.
Vale la pena reflexionar sobre esto, y si hay que cambiar, cambiémoslo, pero cambiemos a tiempo, porque la vida no espera, y el reino de este mundo, se termina.
Colaboración de Heriberto Valverde Castro.